Parte III, final
Como hemos estado refiriendo, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden ha llegado a la Casa Blanca con un plan de trabajo muy bien definido, decidido a retomar el liderazgo de los Estados Unidos. Por lo que sus acciones no sólo han sido contundentes y definitorias, sino que se llevan a cabo de manera radial, desde el núcleo del poder con las políticas públicas que marcan el rumbo de la agenda interna, hasta las decisiones que afectan la sociopolítica internacional, dándose incluso tiempo para fortalecer su imagen de esposo modelo que día a día le gana puntos en la opinión pública.
No sólo la sociedad norteamericana observa la diferencia con su antecesor sino el mundo entero, entre un personaje protagónico sin modales y un caballero sensible, diplomático, pero de mano firme con guante blanco.
Joe Biden ha tomado medidas disuasivas en Lejano Oriente, haciendo trabajo fino de bisturí respecto a la India, Arabia Saudita y Yemen, que están entre dos frentes hegemónicos, lo que habla mucho de su habilidad diplomática. Pero también ha considerado los derechos humanos, primero respecto a los inmigrantes, aunque no con mucho éxito, dada la complejidad de este problema y la magnitud que ha tornado este problema endémico en un reto casi imposible de solventar.
Sin embargo, ya ha levantado las sanciones contra altos funcionarios de la Corte penal Internacional a principios de abril, con lo que, abiertamente da su apoyo a que se proceda contra acciones de genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra.
Aunque el secretario de Estado, Antony Blinken, ha declarado que Estados Unidos no está totalmente de acuerdo con algunas decisiones de la corte, aún existe un matiz que resulta interesante que es la nueva forma de diplomacia que caracterizará al gobierno de Biden, la cual deja margen para una negociación fluctuante, que guarda los ases para las definiciones y que puede ser un arma que incline la balanza conforme sea conveniente.
Aunque en el discurso esto se plantee como una manera de resolución de conflictos por la vía diplomática, abonando a la paz mundial. Sin embargo, cabe señalar que Estados Unidos no es miembro del Tribunal Internacional.
Y hablando de paz, el gobierno norteamericano ofreció reanudar las conversaciones con Irán para lograr su reincorporación al acuerdo nuclear. En esta iniciativa también están colaborando los gobiernos de Francia, Inglaterra y Alemania a fin de que la república islámica cumpla con sus compromisos firmados en el 2015 respecto al enriquecimiento de uranio y que no limite las inspecciones internacionales a sus instalaciones atómicas, acuerdos suscritos por la Unión Europea, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania.
Debemos recordar que este acuerdo prácticamente se fracturó en el 2018 con la retirada de Estados Unidos en el gobierno de Donald Trump, quien impuso al país de los persas fuertes sanciones económicas.
En vista de ello, Teherán ha manifestado que se ceñirá al acuerdo en tanto Estados Unidos retire las sanciones. Lo mismo sentenció ya Biden. Por lo que lo que resta es el trabajo fino de la diplomacia para que ambos países cumplan en reciprocidad. De lograrse esto, disminuirá en gran medida la tensión en oriente.
Pero una acción que sí marcará la diferencia en torno a la paz y los derechos humanos será la promesa cumplida de Biden respecto a Yemen, ya que prometió que terminaría con la guerra que ha generado una verdadera crisis humanitaria. Y fundamentalmente terminará con la cancelación de la venta de armas, principalmente a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes.
Asimismo, tiene que retirar a las tropas americanas que de manera intermitente bombardean a la población, apoyando a los países árabes con asesores militares norteamericanos. Y de retirar el apoyo norteamericano, debe preverse el resguardo de las fronteras árabes para mantener el equilibrio de seguridad en la zona.
El presidente Biden está a dos fuegos y debe actuar no sólo con cautela sino con precisión porque además está ante un tercer frente: el poderosísimo sindicato del rifle, que se vería afectado por la cancelación de la venta de armas. Muchos intereses están en juego, humanitarios, políticos, estratégicos y, sobre todo, económicos, que han regido al mundo en el último siglo.
El gobierno de Biden tiene miras muy altas y está en ello con todo para recuperar la posición de Estados Unidos en el mundo como la primera potencia.
Tu opinión nos interesa: