-Primera de tres partes-
Por. Edmundo Cázarez
Fotos: Adrián Ponce
Armando Camarena Ibarra, el famoso “Camarón”, como lo conocen dentro del ámbito televisivo y periodístico, toda su vida había transcurrido entregado en cuerpo y alma, en filmar o grabar con su cámara de televisión a muy diversas y grandes personajes, o bien, acontecimientos de trascendencia mundial, pero él, es la verdadera personalidad. Su característica principal es no hacer afirmaciones rotundas, ni tampoco, tiene respuestas para todo.
Al formularle una pregunta, antes de responder, la piensa durante algunos instantes y la vuelve a examinar mentalmente a profundidad y en silencio. Finalmente, cuando vuelve a emitir una palabra, concluye su expresión con un simple “es posible” o un “puede ser”, o un contundente “solamente registro con la lente de mi cámara, lo que ven mis ojos y las emociones que se escondían detrás de cada encuadre”.
A lo Mero Macho, Armando Camarena es un hombre, orgullosamente mexicano, que aprendió a jugar con la luz, a través del lente de su cámara de televisión, para contar fenomenales historias, verdaderos testimonios de la época que le tocó cubrir con sus órdenes de trabajo, pero también, la suerte de estar en el lugar exacto, en donde se generan las noticias, ya fuera como corresponsal de guerra, una hazaña deportiva o la vida de un payasito de tan solo siete años de edad, llamado “Pinolillo”, que le rompió el alma por la profundidad de las palabras de un pequeñito, oculto en la imagen de un payasito para ganarse la vida n la calle.
Conversar con él, es llevar a cabo un fantástico recorrido por las páginas de la historia nacional y mundial, a través de la lente de su inseparable cámara de televisión y de los vertiginosos cambios tecnológicos que le obligaron modernizarse, durante poco más de medio siglo en que no ha parado ni un momento. Sus únicas armas de trabajo, han sido de la película de 16 milímetros al video, y de ahí, al mundo de la era digital, pero con la enorme satisfacción de haber trabajado sin tregua, para noticieros Televisa, al lado del maestro del periodismo Jacobo Zabludovsky, comenzando desde abajo, es decir, como aprendiz de editor y asistente de cámara, hasta llegar a convertirse en jefe y maestro de muchas generaciones de camarógrafos.
Con enorme orgullo, enfatiza haber sido el primero en grabar con una cámara de televisión de alta definición en América Latina.
Para sus amigos y “compas”, Armando goza de varios apodos: “El Camarón”, “El Pelón” o “El Brother”, pero en la intimidad del seno familiar, todo se reduce simplemente a “El Tío Cejas” ¡Ah!!, pero eso sí, para su adoración Mya Maya, su adorada nieta, es el “Abuelote”, que lo trae todo loco.
Por cierto, Armando no estaría “vivito y coleando”, sin el motor que lo empuja para seguir caminando y derechito, su inseparable compañera de toda la vida, su amada y distinguida esposa Marisela García Ramírez, así como sus fieles escuderos, sus tres hijos y dos nietas: Armando, Antonio, Alberto, Rocío y Myrna, respectivamente.
Tratar de detallar su extensa trayectoria profesional, tardaría días y semanas, así es que, puedo comentarle que en 1972, ingresa a la Dirección de Noticieros y Eventos Especiales de Telesistema Mexicano -hoy, Televisa-, como asistente de redacción, un común y corriente “office boy” Luego, como asistente de camarógrafo. En 1975 y por indicaciones del maestro del periodismo televisivo, Jacobo Zabludovsky, es ascendido como asistente del Departamento de Camarógrafos de Noticias y Eventos Especiales. Su empeño y dedicación rindió frutos, en 1977, debuta como camarógrafo -enviado especial y corresponsal- en los conflictos armados de Nicaragua y Camboya para el noticiero 24 HORAS.
En esta primera parte de la interesante y amena conversación que tuvo a bien concederme para MISIÓN POLÍTICA, en la intimidad de su modesto hogar, ubicado al oriente de la Ciudad de México, confiesa que el sueño de su vida, era llegar a ser un destacado futbolista profesional, pero debido a la corrupción existente tanto en los clubes deportivos, como en la propia federación Mexicana de Futbol, quedó atrapado en un frustrado jugador del América. Bien dice el refrán “No hay mal que por bien no venga”, como por arte de magia, llegó a transformarse en un destacado y hasta icónico camarógrafo de noticieros de televisión, nada más ni nada menos, teniendo como jefe y amigo personal, al maestro y siempre recordado Jacobo Zabludovsky.
Asimismo, con un dejo de absoluta nostalgia, llegando hasta las lágrimas por la emoción de recordar su fantástica etapa infantil, asegura que, para él, pertenecer a una familia de 11 hermanos, creía que los hijos por docena… ¡salían más baratos!!
Dueño de una memoria envidiable, reconoce que, por cosas de la vida y al tener un tío boxeador profesional de la talla del “Chango” Casanova, se vio obligado a fijarse metas difíciles de alcanzar… ¡pero no imposibles de lograr!!
Por último, como dice la canción “Pedro Navajas”, de Rubén Blades, “…sorpresas te da la vida…” Completamente sumergido en el llanto, trae a su memoria lo impactante que le resultó encontrar a su papa, recostado en la sala de la casa, pero… ¡estaba muerto!!
A sus 73 años, de una exitosa vida, Armando Camarena impresiona por su amabilidad, sencillez y humildad. Educado, atento, respetuoso. A veces, no obstante que a simple vista, su rostro proyecta la imagen de ser de “pocos amigos”, se da la oportunidad de compartir simpáticas ocurrencias, lo cual, lo ubican como un hombre, sumamente agradable y sencillamente fuera de serie.
-¿Cómo te va en la vida?
-Me va muy bien, gracias a Dios. Te digo que me va muy bien, porque tengo una esposa a la que adoro. Tres hijos que son maravillosos y dos nietas que me mantienen realmente vivo… A estas alturas del partido, me hacen sentir sumamente feliz y hasta que me “despabile”
-¿Los nieto se quieren más que a los hijos?
-No es que se quiera más a los nietos que a los hijos, sino que, ahora, en esta etapa de mi vida comparto muchísimo más tiempo con ellos, paradójicamente, lo que no pude disfrutar con mis hijos por tantos años de trabajar como camarógrafo de noticieros Televisa.
-Sin lugar a dudas, los nietos, son la continuación de esas raíces familiares…
-¡Exacto!!, provengo de una familia muy numerosa…
-¿Cuántos hermanos tuviste?
-Fuimos nada más, ni nada menos, que once hermanos. Aunque debo aclarar que, a dos de ellas, no tuve la oportunidad de conocerlas…
-¿Por qué?
-Fueron dos niñas que fallecieron, y yo, todavía la cigüeña no se le pegaba la gana de aventarme por acá. Así es que quedamos nueve hermanos y sentimos mucho la partida de ellas, porque éramos mucho muy unidos.
-¿Con todo y sus “cuitas” entre hermanos?
-Jamás escuche alguna discusión entre mis hermanos…
-¿Era una familia tan unida, pero tan unida, que dormían tres en cada cama?
-Ja, ja, ja, pues sí y por cuestiones de la vida misma. Así era como dormíamos durante algún tempo… ¡Éramos súper unidos!!, resultado de una extrema pobreza que tuvimos que afrontar…
-¿Es delito ser pobre?
-¡No!!…
-Entonces… ¿Por qué remarcas tanto esa pobreza que ya quedó en el pasado?
-¡Uff!!, vaya contigo…
-¿Te molesta este tipo de preguntas…?
-¡No, para nada!!, al contrario, me sorprende tu irreverencia…
-¿Sientes que te estoy faltando el respeto?…
-¡No!!, mi querido Edmundo… Esa pobreza a la que pongo énfasis, nos hacia convivir juntos mucho más tiempo.
-¿Cómo se divertían entre hermanos?
-Mis dos hermanos mayores, fueron boxeadores profesionales…
-¿Qué número te tocó ocupar dentro de la familia?
-El número 10, curiosamente, me acuerdo que cuando estaba más pequeño, me preguntaban cuántos hermanos éramos en mi casa, y yo, solamente contestaba que éramos ocho, sin tomar en cuenta a las dos niñas que habían fallecido.
-Ser de los más chicos, en una numerosa familia, tiene sus ventajas…
-¡Exacto!!, fui de los más chavos de mi casa…
-¿Cuántos años tienes…?
-¡Bendito Dios!!, tengo 73 años…
-Ahora sí, ¿eras como el Chavo del 8?
-Ja, ja, ja… más bien, era como el chavo del 10. Afortunadamente, logramos mantener una maravillosa convivencia entre todos. Edmundo, muchas gracias por iniciar de esta manera la entrevista, haciendo un recorrido por mi infancia…
-Recordar es vivir, mi estimado amigo…
-Te lo agradezco porque no es nada común, que, entre los demás reporteros te lleven de la mano por tus años infantiles…
-¿A qué se dedicaba tu papá?
-Mi padre fue Eduardo Camarena Martínez, estibador de un almacén muy famoso que se llamaba Fábricas de Francia…
-¿Y tu mamá…?
-Fue doña Alicia Ibarra Esparza y estaba dedicada al hogar…
-¿Cómo se conocieron?
-¡Órale!!, mis padres se conocieron en una arena de box, la cual, uno de mis tíos había montado…
-¿Una historia familiar, totalmente fuera de serie…?
-La verdad es que sí. La historia de mi familia es mucho muy peculiar… ¿Quieres que te cuente eso?
-¡A eso vine!!…
-Ja, ja, ja… Bueno, mi abuela materna, estando en Nayarit, conoció a un señor… -intempestivamente, mi entrevistado, voltea hacia en donde se encuentra su amable esposa Marisela García Ramírez, con voz fuerte, le dice: ¡Oye mi vida…!! ¿De dónde eran mis abuelos? -Entre risas, añade que, a ratos… ¡ya se le va el avión!!- ¡De Ixtlán del Rio!!, -le grita su esposa desde la cocina y continúa su relato- “Bueno, eran de Ixtlán del Rio…”
-¿En dónde naciste tú?
-Todos mis hermanos y yo, nacimos aquí, en el “Defe” Bueno, lo que se conoce hoy como Ciudad de México, que manera de enterrar el Distrito Federal -agrega-
-¿Eres un auténtico “chilango” de corazón?
-¡Ni más ni menos!! Un chilango de hueso colorado y de mucho corazón. Ja, ja, ja… Entonces, después de esta pequeña aportación cultural, te estaba platicando que mi abuela había conocido a un señor. Un reconocido fabricante de sombreros, originario de Colima que se había ido en busca de mejores condiciones de vida a Ixtlán del Rio, Nayarit, con la finalidad de montar un negocio de sombreros, mi abuela conoce a este señor, se enamoran… ¡y zaz!!, pa´luego es tarde, que se casan.
-¿Así de fácil? si en aquellos tiempos era mucho muy difícil… ¿se la robó?
-¡Brujo!! En efecto… ¡se la robó!!, tal y como se decía antes. Deciden huir juntos y se vienen a radicar al “Defe”. Por lo mismo, mi abuela rompe todo tipo de comunicación con su familia… ¡y que se llenan de hijos!!
-Al no existir tele ni nada, aprovecharon requeté bien el tiempo, haciendo niños…
-Más que eso, mi abuela estaba empeñada en andar buscando tesoros y hasta se convirtió en “partera…”
-¿Una “mil usos”?
-En efecto, vendía ropa y todo lo que podía. Una mujer muy luchona, compraba retazos de tela en los muy pocos almacenes existentes en ese entonces, para luego revenderlos.
-¿…Y luego?
-Uno de sus hijos, mi tío, Carlos Ibarra Esparza, se le ocurre dedicarse al boxeo profesional, logrando adquirir cierta notoriedad dentro del pugilismo nacional. Aunado a esto, una compañía que producía cerillos “La Central”, en el reverso de las cajetillas imprimían fotografías de destacados mexicanos en la literatura, cultura, cantantes y compositores, medio artístico y deportistas…
-¿Y tu tío, apareció en una de esas cajetillas?
-Edmundo, ¿eres sicólogo…?
-¡No fíjate que no!!, mejor sígueme platicando, solo te recuerdo que, quien hace las preguntas…¡soy yo!!
-¡Aja!!… ¡Amor, por favor, tráeme dos pares de guantes de boxeo porque esto, se va a poner bueno…!!
-Ja, ja, ja… Ya viste que vengo acompañado por este chamaco -mi nieto Adrián-, se está preparando para su ingreso al H Colegio Militar, así que ya sabes… ¿Y luego?
-Resulta que, en una cajetilla de cerillos, mi tío salía en posición de boxeo, pero nada más tenía un solo apellido “Carlos Ibarra…”
-¿Cuál era el segundo apellido?
-No lo recuerdo, me pones mucho muy nervioso con tu interrogatorio…
-¡Ahora resulta…!! Te pasaste toda la vida grabando con tu cámara de televisión… ¿y una pequeña grabadora te pone nervioso?
-No es la grabadora… ¡Eres tú!!, esa ráfaga de preguntas es mucho más rápida que un rifle AK-R15…
-Y eso, que apenas empezamos ehh…
-Mi abuela, tenía una hermana que se había ido a vivir a Estados Unidos en busca del “sueño americano”, pero no lo encontró y se regresa con su esposa e hijos al Distrito Federal, ya no a Nayarit…
-¿A dónde llegan?
-A la colonia Moctezuma, total, uno de sus hijos se encuentra la cajita de cerillos en cuyo reverso venia la fotografía de mi tío Carlos Ibarra. Ni tarde ni perezoso, va y se la muestra a su mamá. Me cuentan que, mi tía, al ver la cajetilla de cerillos estaba completamente segura que era el mismo señor con el que se había ido su hermana, así es que decide ir a buscarlo…
-¿El interés tiene pies?
-Recorren todos los gimnasios en donde entrenaban box, por los rumbos de Tacubaya, en Popotla y en la colonia Doctores, en donde estaba la Arena México. Al no encontrarlo por ninguna parte, se le ocurre ir a la Comisión de Box del Distrito Federal y le dicen que sí lo conocían, pero no contaban con la dirección en donde vivía. Total, la orientan que mi tío había montado una arena de box por los rumbos de Azcapotzalco…. ¡y ahí van, en su búsqueda!!
¡Y si lo encontraron?
-Van hasta la Arena de Box que les habían dicho y al llegar… ¡vaya sorpresa!!, en la puerta de entrada de la Arena, estaba parado mi tío. Le preguntan si era Carlos Ibarra y les responde que sí…
-¡Vaya, los tiempos de Dios son perfectos!!
-Así es. Ambos, se identifican plenamente, me cuentan mis hermanos los mayores…
-¡Que chistoso, tú, tienes 73 años…!!
-Si verdad, creo que me ¡azoté!! Bueno pues, mis hermanos me contaban que mi tío al abrir la puerta de la Arena de Box, le gritó a su mamá… “Mamá, te busca una señora que dice ser tu hermana” Sale mi abuela y al observarlo, se reconocen, se abrazan y empiezan a chillar de “puritita” emoción…
-La sangre llama…. Ya parece telenovela…
-Si… ¿verdad? Después de ese reencuentro y plática, a mi abuela le nace la convicción de viajar a Nayarit para pedirle perdón a su mamá. Fue así como se rencontró toda mi familia del Distrito Federal con la familia que estaba en Nayarit, ignorando su existencia.
-¿Y por parte de tu papá, otra historia por el estilo?
-Mi papá, era hijo de Valeriano Camarena Gallo, un policía rural en Arandas, Jalisco. Me contaron, “mis hermanos mayores”, que mi abuelo paterno hizo un viaje de paseo por Atotonilco, en el Estado de Hidalgo, en donde conoció a mi abuela…
-No me digas que… ¿también se la robó?
-Pues sí, mi querido sicólogo encubierto. “Oye Adrián -refiriéndose a mi nieto-, ¿de verdad, tu abuelo no tiene por ahí, colgado en su casa, un título de sicólogo?… Respondiendo a tu pregunta… ¡Pues sí!!, también, mi abuelo paterno se robó a la novia y que se la lleva para Arandas, Jalisco.
-¿Tú, también te robaste a tu novia?
-¡No!!, yo rompí con esa regla familiar de mis abuelos… ja, ja, ja
-¿Y qué me cuentas de tu abuela paterna, a quien se robaron en Hidalgo?
-Pues nadie sabía nada de ella, solamente que se llamaba Fermina Martínez, que cuando llegan a Jalisco, encontraron un ambiente familiar muy áspero porque se había robado a la novia, así fue como deciden venirse a vivir para el Distrito Federal. Es aquí en donde nace mi padre y sus hermanos, pero desligado, para siempre, de su familia
-¿Y qué recuerdas del niño llamado Armando Camarena Ibarra?
-Pues me contaron que nací en la colonia Aviación Civil. Robándote tu ya famosa frase… ¡A lo Mero Macho!!, yo no me acuerdo de eso, pero esa colonia sigue estando muy cerca del aeropuerto de la Ciudad de México y nací ahí, porque mi familia había andado como verdaderos peregrinos, rentando casas en diferentes colonias, como la 20 de noviembre; en la calle Penitenciaría de la colonia Morelos.
-No hay mal que dure cien años…
-En efecto, cuando muere mi abuela, hereda una humilde y pequeñísima casita en la colonia Aviación Civil, misma que tuvieron que compartir las tres hijas que había procreado mi abuela: mi tía Adela, mi tía María Luisa y mi mamá…
-¿Cómo diablos le hicieron para que pudieran caber todos tus tíos?
-La verdad es que sí, eran muchos mis tíos: Carlos, Adolfo, Abraham, Jesús y José. Ahí fue en donde pasé mi niñez, en la colonia Aviación Civil…
-¿A qué jugabas?
-¡Uff!!, jugábamos que íbamos a cazar águilas, porque era un enorme terreno despoblado, con unas cuantas casitas y totalmente pegado a las pistas del aeropuerto internacional de la Ciudad de México. Contábamos con un llano gigantesco para recorrerlo en compañía de mis hermanos, todos, portando unos pantalones cortos…
-¡Que delicia…!!
-En efecto, vestíamos lo que podíamos tener…
-¿Ropa de escalerita?
-¡Claro!!, la ropa que ya no le venía a los hermano más grandes, los más chicos, la íbamos reutilizando. Eso sí, ¡nunca sufrimos de hambre!!
-¿Jodidos pero contentos?
-Sin lugar a dudas. Éramos muy pobres, pero mis padres realizaban un gran esfuerzo porque todos sus hijos estuviéramos bien. Así como el esfuerzo de mis hermanos mayores de subirse a un ring para boxear, romperse la cara con alguien con el deseo de ganar unos cuantos pesos para ayudar a la precaria economía familiar.
-Esa pobreza, unía muchísimo a la familia…
-Esa es una gran verdad. Vivíamos un nivel de pobreza, quizás, un tanto agradable, pero también, soportando muchas carencias. Gracias a Dios, jamás nos hizo falta qué comer ni ropa que ponernos…
-¿Con los zapatos sucedía o mismo?
-¡No!!, ahí no, los zapatos quedaban para la basura y ya no era posible darles otra “repasada” Ya que lo dices, mi tío José eran quien nos proveía, a los más pequeños, del calzado, conforme íbamos creciendo y de acuerdo a las necesidades
-¿Cómo eran esos zapatos?
-De repente, la voz se le quiebra. Agacha la cabeza y empieza a llorar en silencio. Con su mano derecha limpia algunas lágrimas que salen de sus ojos. Voltea a verme fijamente y me dice-: “¡Perdón!!, tocaste fibras muy sensibles. Mis zapatos de niño eran de la marca “Me dura”, fabricados a base de suelas de llantas de coche y recubiertos con cuero y nos duraban como medio año o algo así. Esos benditos zapatos aguantaban nuestros juegos en el llano
-¿Y en la primaria, fuiste aplicado o un “burrito”?
-Ja, ja, ja, ja… ¿Qué te digo? No fui ni burro ni aplicado, pero si, un empedernido jugador. Me encantaba hacer deporte.
-¿Cuá era ese deporte que te apasionaba?
-El básquetbol, fue mi pasión desde primaria, la prepa y universidad. Me acuerdo que tenía un maestro de Educación Física, el Maestro Alfonso, un “negro” gigantesco, originario del puerto de Acapulco, quien nos inducía muchísimo a pensar y hasta nos obligó para que formáramos un equipo de básquet, al que le pusimos el nombre de “Astros”
-¿Qué edad tenías?
-Diez años de edad, estaba en cuarto año de primaria.
-¿Cuál fue el año de primaria que más te gustó?
-Sin lugar a dudas, el cuarto…
-¿Por qué?
-Hay una historia en mi familia, en donde me recuerdan que llegaba a la casa y le decía a mi mamá: “Oye mamá, hay que tener cuidado con mi hermano Luis, porque lo van a reprobar…”
-¿Eras un “chismosito” de primera…?
-Digamos que muy “comunicativo”, con mis papas…
-¿Cuál era ese chisme que le traías a tu mamá, acerca de tu hermano Luis?
-Me dijo el maestro que se lo iba a “chingar…” ¡Resultando que el reprobado fui yo!!
-¿Por qué reprobaste?
-Nunca supe por qué, pero tuve que repetir cuarto año. Ahí, comencé a comprender que sin llegar a ser un niño “brillante”, si, era un estudiante completamente “normal”, vivía a plenitud
-¿Cuál era tu juguete favorito?
-Juguetes casi no teníamos, nos divertíamos con lo que fuera y como siempre estábamos jugando en la calle…
-¿Ni trompos, yoyo ni canicas?
-Claro que sí, jugué todo eso, pero con la única diferencia que esos juguetes, menos las canicas, eran hechos por nosotros mismos o por algún amigo. Me acuerdo que conocimos a un señor que tenia una fabrica de muebles, a tan solo tres casas de la nuestra, por cierto, en ese mismo lugar, trabaje como asistente de tapicero, así es que le pedía que me hiciera trompos para mí, como para mis hermanos. Sí, también jugué “tacón” o canicas.
-Pero ya no llores…
-Dice mi nieta que soy un “chillón” de primera. Es que recordar esos bellísimos tiempos que viví en mi colonia, que estaba sin pavimentar, era pura tierra y me sentía completamente libre y en el campo…
-¿…Y cuando llovía?
-Había que aprovechar esos fantásticos charcos para brincotear encima de ellos, sentir cómo esas gotas de agua golpeteaban tus piernas. Asimismo, en las pistas del aeropuerto existían algunas zangas llenas de agua y como era tiempo de lluvias… ¡ufff!!, hasta había una muy buena producción de ajolotes y nos metíamos disque a nadar. Nos encuerábamos y nos echábamos unos buenos clavados.
-Correr a un lado de las pistas del aeropuerto, ver como aterrizaban y despegaban los aviones, ¿soñaste convertirte en piloto aviador?
-Fíjate que no. No, la verdad, es que nunca pensé en eso…
-Entonces… ¿En qué si pensabas…?
-En que teníamos que cuidarnos mucho al atravesar esas pistas, llegar hasta donde terminaban las pistas, porque supuestamente, íbamos a encontrar muchas águilas y animales peligrosos…
-¿Una versión de Las Aventuras de Tom Sawyer pero a la mexicana…?
-¡Ándale!!, pero nuestras sofisticadas armas eran simples resorteras, fabricadas por nosotros mismos y montoncitos de piedras, para lo que se nos pudiera ofrecer…
-¿Y lo único que capturaban eran puros resfriados?
-Ja, ja, ja, la verdad es que, jamás, ni siquiera vimos un águila ni un animal que pudiera representar un peligro para este grupo de chamaquitos. Lo que sí encontramos, fueron un par de topos y queríamos sacarlos de su madriguera, por más que escarbábamos, hacían su hoyo muchísimo más profundo para ponerse a salvo.
-Una infancia completamente en contacto con la naturaleza…
-Era algo maravilloso. Déjame decirte que esas excursiones, casi todos los días, junto a las pistas de aterrizaje de los aviones, eran encabezadas por mi hermano Adolfo, el mayor de los cinco pequeños, seguido por mi hermano Luis, luego yo, luego mi hermano Raúl, y al último, mi hermano Jorge…
-¿Don Gato y su pandilla?
-¡Ni más ni menos!! Creo que yo andaba por los seis o siete años, cuando hacíamos esas inolvidables excursiones en las pistas del aeropuerto
-¿Qué travesuras hacías y cómo te castigaban?
-Mmmm…. Ya no me acuerdo…
-¿Llegaste a probar el rigor del cinturón de tu papá?
-No, fíjate que no. Mi padre falleció cuando yo estaba muy pequeño, creo que a la edad de once años…
-¿De qué murió?
-Según recuerdo, mi abuela nos dijo que había fallecido víctima de un infarto… -Propinándome una ligera palmada en mi antebrazo, me consulta si puede contarme una triste historia- “Resulta que estábamos de vacaciones y estaba jugando con mis dos hermanos más pequeños, que eran los que se prestaban para que yo fuera el jefe. Mientras que mi papá estaba recostado en la sala, yo les decía a mis hermanitos que no hicieran ruido para que no despertarlo. De repente, con una pelota tiramos unas macetas y me espanté porque si despertábamos a mi papá, nos iba a regañar…”
-¿Y qué hiciste..?
-Me fui caminando de puntitas hasta la sala para ver si seguía dormido. Me acercaba más y más, lo toqué de su mano y lo sentí totalmente helado…
-¿Creíste que estaba muerto?
-No dije nada, pero me salí corriendo de la sala con rumbo a la casa de una de mis tías. Recuerda que te había comentado que habían construido tres casitas juntas. Voy con mi tía Estela, la esposa de mi tío Carlos y llorando le digo…. ¡Tía, tía, ven por favor a mi casa, mi papá no respira, está mucho muy frio y no se mueve!!
-¿Qué hizo tu tía?
-Dejó a un lado lo que estaba haciendo y nos fuimos en chinga para mi casa, en el camino, mi tía me abrazaba y me decía que no llorara. Al llegar a la sala con mi papá, mi tía le coloca un pequeño espejito por debajo de su nariz… Mis hermanitos y yo, empezamos a llorar y nos sacaron de la sala. Yo no entendía lo que estaba sucediendo, pero algo me decía que… ¡Mi papá estaba muerto!!
-Continuará-
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