Era un sábado aburrido en general (me tocó guardia), hasta que vimos las imágenes de lo que sucedió en una pequeña localidad de Pensilvania, Estados Unidos.
En segundos, el video se hizo viral, se difundió en redes sociodigitales y se convirtió en la noticia del día.
Como suele suceder, en los primeros minutos hubo más desinformación y especulaciones que datos que ayudaran a entender lo que había sucedido. Vimos en vivo y en directo un momento en el que supuestamente alguien intentó asesinar al expresidente Donald Trump y virtual candidato republicano.
Como suele suceder, pasaron los minutos y las horas, y poco a poco periodistas y medios comenzaron a construir la realidad de lo sucedido, aunque aún persisten dudas.
Este martes 16 de julio, el periodista Raymundo Riva Palacio publicó en su columna “Estrictamente personal” un recuento de los atentados y asesinatos de candidatos y presidentes en funciones de Estados Unidos, una práctica que se ha repetido en no pocas ocasiones.
El gobierno estadounidense está obligado a hacer una investigación, no solo para esclarecer los hechos, sino para poner freno y un muro de contención a las especulaciones que persisten sobre el hecho. Aclarar lo que los medios no han podido aclarar con su cobertura sobre los hechos.
Persisten las teorías de que fue un autoatentado, que fue un montaje, que fue un circo para que Donald Trump se convirtiera en mártir y caminara con más calma hacia las elecciones de noviembre.
La prensa mundial ha sido cómplice en reproducir estas especulaciones y, como siempre, ha caído en el error de revictimizar a la víctima y criminalizar al presunto perpetrador, cayendo en los lugares comunes de que era víctima de acoso escolar. No hay antecedentes de que una víctima de abuso escolar opte por querer asesinar a un candidato presidencial.
Hay poca seriedad desde los medios en el análisis sobre las fallas en el protocolo de seguridad de un acto público de este tamaño, sobre el arma utilizada y sobre el entrenamiento en el uso de armas por parte del supuesto perpetrador, a quien, sin más, asesinaron y cuyo testimonio no podremos tener.
PD. Resulta ocioso preguntarle al presidente de México qué opina del supuesto atentado contra Trump. ¿Alguien pensaría que AMLO diría algo como “me alegro por el hecho” o “qué bueno que lo quisieron matar”?
Tan tonto preguntar eso como convertir en noticia los mensajes en redes sociodigitales de las y los líderes del mundo.
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